dimecres, 25 de novembre del 2009

Conviure amb l'esquizofrènia


He trobat un artícle que va ser publicat en un diari de Madrid, on s'expliquen experiènces de malalts d'esquizofrènia i la problamàtica d'aquesta malaltia per el seu tractament.
Cuando ocurrió el fatal suceso de Santomera (Murcia), el presunto parricida, enfermo de esquizofrenia, se encontraba en plena crisis. Hacía tiempo que tenía desatendida su enfermedad y fruto de sus delirios mató inconscientemente a su madre. Este tipo de actuaciones no son frecuentes entre personas con enfermedades mentales graves como la suya. Sólo un 3% comete algún tipo de acto violento a lo largo de su vida y el 100% de éstos son fruto de un mal tratamiento de la enfermedad, o más bien, una ausencia de éste.
El problema que existe en España, y que a raíz de este trágico suceso ha vuelto a salir a la luz, es que apenas hay medios para afrontar las enfermedades mentales graves. Ni especialistas suficientes, ni tantos centros como se demandan, ni tampoco una legislación que ampare a la familia del enfermo. De hecho, según la gerente de la Confederación Española de Agrupaciones de Familiares y Personas con Enfermedad Mental (
FEAFES), Rosa Ruiz, "éstos son los tres principales caballos de batalla de la asociación".
Antonio, el hijo de Rosa, sufría trastorno de personalidad en patología dual. Cuando tenía 16 años, comenzó su peregrinaje por centros, psicólogos, psiquiatras, tratamientos para superar su drogadicción… y terminó doce años después. Hasta que no cumplió los 20, nungún especialista fue capaz de diagnosticarle su enfermedad. Su madre recuerda todo este proceso con tristeza porque es más difícil sobrellevar la pérdida de un hijo sabiendo que el déficit asistencial fue el que propició ese deterioro.
El desconocimiento ante este tipo de males y, sobre todo, el rechazo a admitirlos, ya sea por parte de la familia o del propio paciente, es uno de los principales problemas de estas enfermedades. Los medios de comunicación han sido los principales culpables de que estén tan estigmatizadas y cueste aceptarlas. "No tiene nada que ver lo que se muestra con lo que realmente ocurre en realidad", dice Rosa. "Porque una persona tenga esquizofrenia no tenemos por qué evitar subir con él en el ascensor. No va a pasar nada", añade. De hecho, según los expertos, bien tratados, más del 99% de los pacientes puede llevar una vida normal. Según explica Rosa los propios pacientes no son conscientes de su enfermedad, por eso son los primeros que se niegan a tratarse. Cuando un paciente no recibe el tratamiento médico adecuado no aprende la necesidad de seguir el tratamiento farmacológico, y si se prescinde de éste es cuando aparecen las crisis y las alucinaciones. Cada crisis supone un deterioro importante a
nivel cerebral y para tratarlas es necesario el ingreso hospitalario.
La legislación actual permite un ingreso involuntario del paciente en situación crítica, Según la
Ley General de Sanidad de 1986, el tratamiento de una enfermedad mental debe ser en los módulos psiquiátricos de los hospitales generales "y no en los manicomios como ocurría antes, porque ahí se les internaba y no se les curaba, se les alejaba de la sociedad".
No hay suficientes camas.
El déficit asistencial que hay en España para tratar este tipo de enfermedades hizo que Isabel y su marido decidiesen pagarle a su hijo un médico privado. Y es que, en la Comunidad de Madrid, donde ellos viven, dice Rosa que "sólo está cubierto un tercio de la demanda". Las dos terceras partes de los enfermos mentales 'se quedan fuera' y eso que, según los últimos datos de FEAFES, Madrid es una de las Comunidades con mayor número de psiquiatras por cada 100.000 habitantes. En esta región hay 7,44. La igualan Aragón, Cataluña y Asturias y sólo la supera el País Vasco con 10,8
Lo mismo ocurre con las camas en los hospitales. "En plena crisis, mi hijo tuvo que ir a tres hospitales y en todos le dijeron que no había camas", cuenta Isabel. "En el tercero topó con una médico que era buena persona y revolvió Roma con Santiago para encontrarle un sitio en un centro", añade. Isabel dice que a lo largo de los años, y porque tiene un conocido psiquiatra, se dio cuenta de que los hospitales no quieren ingresar a drogadictos, "pero es que no se dan cuenta de que mi hijo, como otros muchos pacientes, consumen drogas como conscuencia de la enfermedad". Fueron muchos los episodios que vivió y que le demostraron esta falta de medios.
Trece pastillas al día
Cada paciente es un mundo y cada uno necesita un abordaje individualizado de su enfermedad. Y también, un tratamiento farmacológico diferente. Antonio se tomaba 13 pastillas diarias, o al menos eso es lo que se creía Isabel. Una vez que falleció se enteró de que eso no era así, "porque me encontré un montón de medicación escondida en su habitación". Lo lamenta, pero no lo culpa porque entiende que estar supeditado a unas pastillas de por vida puede ser muy duro, sobre todo por los efectos secundarios que tienen. Desde insomnio hasta malestar estomacal, pasando confusión e impotencia.
La terapia asistencial es importante pero también el apoyo de la familia.. Sin embargo, cuenta Isabel, "muchas veces es complicado llevar este tipo de enfermedades. Mi marido y yo estuvimos a punto de separarnos porque no parábamos de discutir. Finalmente lo evitamos gracias al psicólogo, que nos recomendó estar unidos para ayudar a nuestro hijo". Pero hay familias que en lugar de ayudar, perjudican.
Para esos casos, igual que para el de los enfermos sin familia, existen centros especializados. Casas tuteladas y residencias. En unas conviven enfermos que llevan una vida normal bajo vigilancia porque "hay que controlar que se toman la medicación y que comen, limpian... Hay cosas que se les olvidan como consecuencia de su enfermedad". Las otras son como residencias de ancianos en las que pueden entrar y salir cuando quieran. En ambos casos la demanda sigue siendo mucha y la oferta poca, "y eso que en los últimos cuatro años se ha multiplicado el número de centros".

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